El biólogo Manuel Quirós Galdón explica cómo la biomimética, la práctica de hábitos de consumo saludables que emulan dinámicas de la propia naturaleza, puede contribuir a construir el futuro urbano.
Mientras Madrid despierta con altos niveles de contaminación que disparan las alarmas de la salud medioambiental, el biólogo Manuel Quirós Galdón (Málaga 1962), aguarda para brindarnos una entrevista en el Centro de Innovación en Tecnología para el Desarrollo Humano (itdUPM). Es considerado el apóstol español de la Biomímesis, una forma de proteger el medio ambiente a través de hábitos de consumo saludables que emulan las dinámicas de la propia naturaleza, que según su modo de ver, es una de las asignaturas pendientes del medio ambiente en España.
Reconociendo que queda mucho por hacer aún, el experto en biomimética cree que la sociedad urbanita está tomando conciencia de la necesidad de buscar soluciones al modelo actual insostenible. Voces como la suya, pueden ser el catalizador que necesitamos para lograr un bienestar ciudadano duradero.
Manuel Quirós. Foto de Isabel de Felipe
Como especialista en el área, ¿podría describir de forma simplificada el concepto de biomimetismo para los seres urbanos?
La palabra biomímesis proviene de las etimologías ‘bio’, del griego, que significa vida, y ‘mímesis’, o emular, imitar, que no copiar. Trata de estudiar las estrategias de los organismos vivos, sus formas, procesos, mecanismos, sistemas, etc., para aplicarlos en cualquier disciplina o sector humanos. La naturaleza simplemente ya lo ha hecho y resuelto en sus más de 3.800 millones de años de existencia en la Tierra. Como humanos, nuestro paso por el planeta representa apenas el 0,01% y por ello tenemos que calmar nuestra sabiduría de sapiens y abrazar los genios que nos rodean. Somos una especie muy joven que indica que no estamos evolucionando bien, sobre todo en los últimos 150 años. Nuestra relación con la naturaleza se establece como fuente de recursos, almacén de alimentos y un gigantesco vertedero. Es nuestro único hogar y las plantas, hongos, animales, bacterias…son los arquitectos, ingenieros y diseñadores de hoy. Desde la biomímesis aprendemos «con» la naturaleza y no solo «de» ella.
«Nuestra relación con la naturaleza se establece como fuente de recursos, almacén de alimentos y un gigantesco vertedero»
¿Puede poner un ejemplo?
Sí. Una simple pluma de un ave se ha producido con energía solar y nutrientes orgánicos, repele el agua gracias a su superhidrofobicidad, es biodegradable, reciclable, duradera, producida sin tóxicos, escalable, colorida, sin pigmentos peligrosos, comunica, genera calor y protege del frío extremo… Es un producto maestro del catálogo que nos muestra la vida y que venimos usando como pluma de escritura, ornamento para tocados o relleno para edredones. Demasiado literal y poco funcional e imaginativo. Las propiedades multifuncionales de este diseño, actualmente, no serían viables para ser realizados por la industria humana pues no hay tecnología aún, ni voluntad de cambio global.
Asimismo, resulta importante diferenciar la biomímesis de otras tecnologías que emplean el sufijo bio (bioutilización, biotecnología, biomorfismo…) pues estas no siempre persiguen la sostenibilidad y la regeneración como metas.
El fuerte proceso de concentración demográfica en las urbes, en torno al 70%, está creando megalópolis insostenibles. Se habla de buscar las soluciones a través de la naturaleza. ¿Qué se puede hacer y cómo?
Las ciudades son nuestra gran creación, nuestro ecosistema y el pináculo de la civilización, pero no percibimos que dependemos completamente de los servicios ecosistémicos que la naturaleza nos proporciona pues en las ciudades no se produce nada de ello. La calidad del aire, del agua, suelos productivos, la energía limpia y cercana, los materiales locales, cero basura, eliminar la ilusión de una economía lineal y abrazar la circularidad, incrementar la biodiversidad, desmaterializar el bienestar, el colaboracionismo, etc., son solo algunos aspectos que desde las ciudades hemos de diseñar y desarrollar, pues nunca antes hemos vivido un cambio del clima por la alteración de la atmósfera, la problemática de los contaminantes a escala global, lel agotamiento de recursos, entre otros.
Los límites planetarios están siendo excedidos con consecuencias que no podemos saber con certeza, pero nada halagüeñas. Hemos de entender que tenemos que sobrevivir de modo perpetuo, o al menos unos cuantos millones de años más, pero con los límites de los ciclos naturales. Esta es la gran revolución del cambio de época que estamos comenzando y todo está por hacer e implementar. Estamos viviendo en este siglo la resaca de la fiesta que hemos vivido en el siglo pasado. Lo sabemos, tenemos el conocimiento y la tecnología pero falta la conciencia y la acción global.
«Estamos viviendo en este siglo la resaca de la fiesta que hemos vivido en el siglo pasado»
En 1997 Benyus mostro su interés por el biomimetismo. ¿Qué cambios se han producido desde entonces en este campo?
Janine Benyus junto con Dayna Baumeister han sido las catalizadoras de la popularización de la biomímesis a escala global. Con un discurso femenino de conciliación, cordura, inteligencia y amor han convencido a numerosas personas e instituciones de que hay esperanza y soluciones si cambiamos de mentalidad. Cada día aparecen nuevos avances, más estudios aplicados y más empresas que están avanzando para la implementación de la biomímesis. Sin duda queda mucho por hacer, pero el comienzo está hecho. Paralelamente el avance en el conocimiento de la biología, los nuevos instrumentos científicos para abordarla y lo eficiente de las soluciones sin duda nos abren el camino a un futuro mundo biomimético en el que las sociedades humanas funcionarán como lo que somos, naturaleza. El desarrollo sostenible llegará cuando las ciudades funcionen como bosques proporcionando los servicios ecosistémicos que ahora hemos perdido y ansiamos recuperar.
¿Cómo van los estudios actuales sobre el tema?
Actualmente no hay universidad de prestigio que trabaje en innovación que no tenga incorporado un Lab de biomímesis. En España, una vez más, llegamos tarde y aún estamos lejos de los avances en esta materia. Estudios desarrollados por el Instituto de Negocios de la Universidad Point Loma-Nazarene (California) estimaron que para 2025 la biomímesis representará más de 300.000 millones de dólares anuales del PIB de Estados Unidos en aplicaciones industriales de todo tipo, representando un ahorro potencial de otros 50.000 millones en recursos naturales, captura de del CO2, y cerca de 2 millones de empleos. El informe apunta a que la disciplina podría representar 1 millón de millones de dólares del PIB en 15 años. La apuesta es firme.
A nivel global hay grandes retos para la Humanidad, tales como el cambio climático, agotamiento de recursos y contaminación, entre otros. Necesitamos innovar. ¿En qué medida la biomímesis puede colaborar?
Es importante entender que la naturaleza ya ha resuelto todos los retos a los que nos enfrentamos. La captura de CO2, es un elemento constructor que forma parte de todos los organismos del planeta y en cambio para nosotros es un desafío que pone en peligro nuestra propia supervivencia. Generar calor en las casas, distribuir agua, construir materiales resistentes, elásticos, producir pegamentos, circunnavegar, generar colores…todo eso ya lo ha hecho la naturaleza hace mucho tiempo, pero de modo sostenible y regenerativo, sin alterar el ecosistema del que depende y siendo generosa con los vecinos.
«Es importante que el ciudadano conecte y participe como un agente activo en las acciones e infraestructuras que se van a ir desarrollando, es crítico que aprenda y aumente su eco-conocimiento pues la calle se convierte en un aula»
¿Podría mencionar algunos casos prácticos?
Hay numerosos casos que son fascinantes y animo al lector a visitar mi blog para conocerlos. Me encanta, por ejemplo, mostrar que el primer engranaje humano se cree que data del mecanismo de Anticitera de más de 2.000 años mientras que recientemente se ha visto un mecanismo similar en un insecto hemíptero que lleva entre nosotros más de 300 millones de años o pegamentos inspirados en geckos basados en la física, sin tóxicos y aplicables en sectores complicados como en cirugía de neonatos… O sistemas de distribución de agua y energía ultraeficientes basados en los vórtices y las colmenas de abejas. O incluso la propia economía circular de la que Europa quiere el liderazgo, no es más que emular los procesos cíclicos de la naturaleza donde el concepto de basura no existe. Solo por citar algunos, hoy ya contamos con ejemplos en arquitectura, ingeniería, medicina, robótica, comunicación, gestión empresarial, o en la propia educación. El estudio profundo de la naturaleza reconecta con el estudiante que todos llevamos dentro y que no debemos abandonar. Es fascinante.
El urbanita, por diversos motivos, se ha venido separando de la naturaleza en las últimas décadas. ¿Cree usted que podría lograrse un nuevo acercamiento a través del ecosistema urbano?
¡Sin duda! Ya lo dice el gran autor E.O.Wilson al definir la biofília. Los servicios que la biodiversidad nos proporciona incluyen los culturales, las relaciones sociales (vamos a la playa o a los parques a reunirnos), educativos, ecoturismo, valores estéticos o espirituales (no hay creencia religiosa que no haga alusión a la naturaleza), o el sentido de pertenencia o la propia inspiración. Somos naturaleza y la necesitamos, pero la tecnología nos ha separado y hemos de reconectar. La biomímesis también ayuda a fascinarnos por los superpoderes y nos abre un camino de creatividad fascinante que hemos de transmitir a niños, jóvenes y emprendedores.
Sabemos que viaja regularmente invitado a numerosos países impartiendo cursos, conferencias y congresos, ¿cuál es la situación de las ciudades españolas en relación con otras de nuestro entorno?
Creo que en Europa estamos dando señales de que nos creemos la transición hacia la sostenibilidad que la sociedad mundial ha de dar. Esto representa toda una oportunidad de que el viejo continente, cuna de culturas milenarias, no está en decadencia. Las Soluciones Basadas en la Naturaleza y otras políticas de la Comisión Europea, representan una excelente oportunidad en este sentido, pero no suficientes. Cada sector ha de avanzar y así los Objetivos del Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas son otro gran vehículo para incorporarlos en el ADN de la sociedad, para dar pasos. Este debe ser el siglo del hacer, de la acción.
Como residente en Madrid, ¿podría darnos su opinión de las actuaciones que se vienen desarrollando en proyectos como Madrid Rio y Madrid Norte, y qué más se podría hacer?
Desde que se comenzó con las políticas Madrid + Natural, la ciudad no ha parado de avanzar. La renaturación del Manzanares supone incorporar al ciudadano a un entorno que antes le era hostil, ocupado, y al que ahora acude diariamente para su disfrute. Además, el río recobra la vida que había perdido y llegan nuevas especies piscícolas, de aves e insectos. La vida genera condiciones favorables para la vida. Este mantra que practicamos desde la biomímesis es lo que estamos viendo ahora en esta zona de Madrid y ha de extenderse al resto de la ciudad.
Además, con el tiempo, cuando la vegetación riparia (ligada al agua) se consolide, el río nos regalará en verano una importante entrada de aire fresco, verdadero refrigerador gracias a la evaporación del agua más superficial a modo de bio-bombas naturales de impulsión permanente de muchos millones de litros de vapor de agua a la atmósfera. Todo ello, sin empleo de una gota de petróleo. Esta bioutilización ayudará a mitigar las insoportables y temibles olas de calor que vamos a padecer. Sin duda, la renaturación de este importante elemento del ecosistema urbano madrileño va a paliar esas negativas consecuencias. Ayudando un poco a la naturaleza, el resto ya se ocupa ella de avanzar.
Es importante que el ciudadano conecte y participe como un agente activo en las acciones e infraestructuras que se van a ir desarrollando, es crítico que aprenda y aumente su eco-conocimiento pues la calle se convierte en un aula y esto puede ser también divertido. Los movimientos de cambio que tenemos que acometer nos conciernen a todos y cada uno ha de encontrar su espacio. Aquí en Madrid ya lo tenemos.
Una reflexión para terminar. ¿Diría que la biomímesis encierra una cura de humildad para el ser humano?
Absolutamente. Cuando analizamos que llevamos en la Tierra tan poco tiempo en comparación con los otros seres vivos, nos damos cuenta de que no somos el pináculo de la innovación. Vivimos rodeados de millones de genios naturales que han sobrevivido a cataclismos o a extinciones en masa. Alguna característica genial debemos atribuirles, ¿no? Somos una especie muy joven y como tal tenemos que replantearnos nuestra propia inteligencia y darnos cuenta de que no estamos evolucionando bien, de que no somos los más brillantes, ni los más inteligentes, al menos por ahora. El progreso del que disfrutamos algunos pocos tiene un elevado coste ambiental y social que puede llevarnos a una extinción prematura como especie. El mundo al que se han de enfrentar las próximas generaciones, nuestros hijos y nietos, no va a parecerse en nada al que nosotros heredamos. Todo esto ha ocurrido en apenas 150 años y todo puede volver al equilibrio de nuevo. Sabemos lo que ocurre y sabemos cómo solucionarlo. Soy optimista pero conocedor de los riesgos.
Sobre la autora:
Isabel de Felipe es profesora en la Universidad Politécnica de Madrid y miembro del Consejo de Dirección del itdUPM (Centro de Innovación en Tecnología para el Desarrollo Humano). Pertenece a la Junta Directiva de PRONATUR. Ha dirigido numerosos proyectos de cooperación en América, Asia y África, ha colaborado en proyectos de investigación de la UE y publicado artículos y libros sobre Naturación Urbana y Agricultura para el Desarrollo.
Entrevista original de El País aquí.