¿Sabéis cuántas aves mueren al año por impactos contra ventanas? La respuesta, por sorprendente que resulte, es aproximadamente mil millones, o 1.000.000.000, de acuerdo a este estudio de 2014. Esto equivale a unas dos millones y medio de muertes… ¡al día! Y esta cifra hace referencia tan solo a las registradas en América del Norte. A escala global el número es mucho mayor, aunque se desconocen las cifras exactas. El único motivo por el que la mayoría no somos muy conscientes de la magnitud del problema es porque contamos con servicios de limpieza urbana que nos pintan una realidad muy distinta, pero el problema es real y requiere de soluciones. Por fortuna, estas existen y os vamos a hablar hoy de una especialmente ingeniosa (¡y de biomimésis!).

Un dato curioso. Por si alguna vez te lo habías preguntado, las aves chocan contra las ventanas por dos motivos: porque ven el paisaje reflejado en ellas, o porque confunden su propio reflejo con el de otro individuo y atacan. Como consecuencia de ambas, reciben un golpe que suele provocar una fractura de la columna vertebral, llevando a la muerte del animal. Miranda Brandon ha representado este tipo de impacto aquí.

La huella dejada en la ventana por una paloma al chocarse

Entre las medidas que podemos tomar todos para evitar estos impactos hay algunas muy sencillas como pintar patrones en las ventanas, colocar pegatinas o instalar cortinas (en este enlace encontrarás otras muchas buenas ideas y alternativas), pero hay una innovación en particular que nos ha llamado mucho la atención porque emplea una estrategia que sólo la Naturaleza sería capaz de idear. Hablamos del mecanismo de funcionamiento de Ornilux Bird Protection Glass, de la empresa alemana Arnold Glas.

Foto de Jakob Braun en Unsplash

Para entender por qué nos ha llamado tanto la atención ORNILUX, debemos primero adentrarnos en las profundidades de una jungla o bosque densamente poblado por vegetación, insectos, aves y mamíferos. Si habéis tenido la oportunidad de pasear por uno de estos lugares, sabréis, muy a vuestro pesar, que a las arañas les gusta tejer sus telas de árbol en árbol, o de rama en rama. Para estos arácnidos, cuya misión es capturar otros insectos entre sus redes para alimentarse, tejer telas de gran extensión tiene mucho sentido. Tan solo hay un inconveniente, y es que entre los árboles no solo vuelan insectos, sino también aves de mayor tamaño, las cuales chocarían sistemáticamente contra las telas, mermando los esfuerzos de las arañas por alimentarse. Sin embargo, esto rara vez ocurre, y no (solo) por la agilidad de las aves, sino por un mecanismo tremendamente ingenioso de las arañas; la síntesis de hebras de tela con capacidad de reflejar la luz ultravioleta. Las aves son capaces de ver la luz ultravioleta, y las arañas han “sabido” aprovecharse de esto para tejer patrones específicos en sus telas que reflejan dicha luz. De este modo, las arañas son capaces de señalizar la presencia de sus telas, y así evitar que los pájaros entren en contacto con ellas.

Foto de Alex Satriani en Unsplash

Ornilux es un cristal que lleva integrado un patrón similar al de las telas de araña, con capacidad también de reflejar la luz ultravioleta, y por tanto de advertir a las aves de evitarlo. Pero ¿sabéis qué es lo mejor de todo? Pues que los humanos no somos capaces de ver en el rango ultravioleta, y para nosotros, los cristales de Ornilux son imposibles de distinguir frente a un cristal normal.

Foto de www.Ornilux.com

Una vez más, la naturaleza nos sorprende con estrategias eficientes, limpias, funcionales e ingeniosas. Si quieres aprender sobre todas ellas, aquí te esperamos la semana que viene.

Por Pablo Ahijado Aparicio.

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